Hoy pintaré el arco iris
encerrado tras la puerta,
que en blanco y negro,
arrugado y estéril
tanto tiempo llevaba.
Rojo, como la sangre,
de uva vieja,
sangre noble y desprendida
fresca y nueva
que me devolvió a la vida.
Verde aceituna,
pensando en esos ojos,
en los que no puedo,
ni quiero,
dejar de pensar.
Trazos azul grisáceo,
con pepitas de espuma salada,
humedecido con mar del norte;
mezclada con marrón
de la tierra y montañas salvajes,
que me vieron nacer.
Finas líneas
aderezadas de violeta,
repletas de errores
pasados y futuros
de momentos en tiza,
de la lección aprendida.
Rebosante de magma ocre
con brillante tundra,
olor a tormenta lejana,
cargada,
de truenos de fina plata.
Colorearé los grises,
con la imaginación de un niño,
repleto de lagos turquesa,
unicornios de diamantes
y elefantes rosa.
Crearé tonos de agualuna
inventados con silencios,
cubiertos de ámbar,
con flores secas
de bruma fresca,
y azahar envuelta.
Dejaré intensos trozos vacíos,
por los momentos
que han de llegar,
regados de café y vino,
de arena y nieve,
de cama y sofá.
Confiando,
que el futuro incierto
con un millón de estrellas y soles,
repletos de acuarela en brotes,
ocuparán su lugar.