viernes, 4 de noviembre de 2011

Orgánico

Cristian dejó la maquinilla eléctrica en la mesa. Pasó las manos por la cabeza recién pelada al cero quitando restos de pelo que escasos segundos atrás formaban una melena rizada. Ladeó la cabeza mientras miraba su cuerpo desnudo frente al espejo. Apretó las yemas de los dedos contra su cara, masajeándola, friccionando la piel contra su tupida barba. Continuó por la nariz aguileña hasta llegar a los ojos y se paró. Miró el espejo, intentando recordar la imagen que tenía frente a él como el último vestigio de la visión del mundo. Abrió los párpados todo lo que pudo y tras un grito frenético introdujo los dedos en las cuencas de los ojos. Pudo sentir el tacto de la sangre rozando sus dedos antes de arrancarse los globos oculares, Emitió un ligero gemido al sentir como se quedaron colgando por los nervios, pero sin duda, lo que más le sorprendió fue que no sentía ningún dolor.
En la tiniebla más profunda por primera vez se sintió en paz. Lo único que escuchaba era su respiración entrecortada y el goteo de la sangre contra el suelo. No quería perder tiempo por lo que fue a tientas hasta la cama y palpando por encima de ella llegó hasta la mesilla de noche. Cogió el cuchillo que había dejado preparado y sin esperar ni un segundo cortó los restos de ojo que le quedaban, tirándolos contra un muro negro de incertidumbre. Sin moverse del sitio clavó el cuchillo en la tripa y con fuerza tiró de él hacia arriba rasgando carne y músculo hasta hacer una brecha que cubría todo su torso. Dejó caer el cuchillo en el suelo y metió la mano en el estómago. Quitó uno a uno cada órgano de su cuerpo, bazo, hígado, intestinos, arrastrándolos hacia el suelo como una catarata. Tras acabar con los pulmones palpó el único órgano que le quedaba. El corazón le latía con fuerza, aunque extrañado entre tanta soledad.
Extasiado, Cristian, ahora un cadáver sanguinolento, cuyo escaso cuerpo apenas cubría el esqueleto no podía moverse. Se sentía pleno, etéreo, en un puente hacia el más allá, sin sufrimiento, sin cargas. Acercó su dedo índice al corazón y lo introdujo en él. Exploró su interior hasta encontrar un objeto metálico. Con mucho cuidado de no dañarlo sacó una llave que estaba situada en el centro del órgano. Sonrió satisfecho y apretó la llave con fuerza. Lo había conseguido. Se dirigió hacia la puerta e introdujo la llave. Por primera vez en su vida consiguió abrirla.
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