sábado, 13 de octubre de 2012

El cerezo rojo


            Han pasado dos años desde la última vez que estuve aquí y todo sigue igual. El arroyo, que sigue marcando el camino a través del sendero y las piedras de su interior, caducas y desgastadas por el paso del tiempo. Me duelen porque me recuerdan demasiado a mí.     
Sigo caminando, a través de robles y cedros hasta llegar al cerezo rojo en lo alto del paraje.
El aire aquí es más puro. Oteo a mi alrededor y me parece demasiado injusto que el mundo siga su curso sin esperarme. Mi alma sangra, los recuerdos me atormentan y éste bosque no cambia y así seguirá cuando yo ya no esté. Los pájaros que ahora cantan morirán, pero vendrán otros y todo… (seguirá igual) .

Dejo la cesta en el suelo y saco de su interior nuestro mantel, lo coloco mirando al norte como a ti te gustaba.
Llevaba preparándome para éste momento tanto tiempo… . He traído tu comida favorita y una botella de vino. ¿Recuerdas como el sol atravesaba el liquido ámbar a través de las copas?
El cielo era más azul antes, cuando veníamos juntos. Lo recuerdo demasiado bien.
(¿Sabes?, hace dos semanas que ya no bebo. Seguro que te alegrarías de saberlo.)
 Miro el cerezo rojo, que tanto te gustaba. Las marcas siguen ahí, ajenas al paso del tiempo. Intenté poner nuestras iniciales pero acabé cortándome con la navaja. Te asustaste tanto al ver la sangre… pero nunca olvidaré como aún así cubriste la herida con tu pañuelo. Lo he traído, ya sabes que guardo todo lo que me diste. 
Intenté quemarlo todo, de verdad, olvidarme de que una vez exististe. Qué lejano parece. Cogí todas tus cosas y las rocié con gasolina. Tenía la cerilla encendida en la mano, consumiéndose lentamente, pero acabó quemándome los dedos. Lavé tus cosas y las coloqué en el armario. Tu armario.
 Me desnudo y dejo la ropa en la hierba. Me siento y levanto la copa de vino, brindo por un futuro que no veré. No puedo olvidarme de ti. No quiero olvidarme de ti. Prefiero sufrir éste dolor que no me deja vivir a pensar que todo fue mentira.
Éste cerezo es la única verdad que necesito saber.
Fue aquí cuando me dijiste que nunca habías conocido a nadie como yo, que era el mejor regalo que habías tenido nunca. ¿Por qué me dejaste entonces? Si éste cerezo  sigue igual. No es menos rojo, no es más bajo, ni menos frondoso. Yo tampoco he cambiado. Soy el mismo con el que lloraste cuando te dije, te quiero, por primera vez, con el que te sentías protegida. Pero ya nada es igual.
Has rehecho tu vida y yo sigo aquí, sentado bajo el cerezo rojo.
El cianuro ya hace efecto, mi vista se nubla y apenas siento mi cuerpo. Me tumbo en nuestro mantel y me acaricio el brazo imaginándome tu tacto. Sonrío, consciente de que moriré desnudo, como en nuestra primera vez, bajo el cerezo rojo. Imaginando un sueño que una vez fuiste tú.

Safe Creative #1210132501651

2 comentarios:

Hera dijo...

Morir por haber amado, y alejarse así de ese recuerdo..., o quedarse en él para siempre...

Pablo Balsera dijo...

Quedarse entre los brazos de ese recuerdo, que una vez fuiste tú.